La que os escribe tiene el pelo graso y grasísimo, en épocas de estrés. De ese pelo que aguanta como máximo dos días y que solo me gusta cuando me lo acabo de lavar porque es cuando tiene más volumen y es, entonces, cuando me lo veo estupendo. Poco a poco, con el transcurso de las horas, se va quedando chafado. Seguro que los que tenéis el pelo graso empatizáis rápidamente con lo que os cuento. Os revelo mi intimidad En fin, hace unos años, antes de crear mis propias formulaciones y como método de contraste decidí eliminar el champú de mi vida. Sí, no me había convertido en una “guarrindonga” pero había escuchado tantas veces que el champú estropeaba el pelo y, teniendo en cuenta que me lo lavaba día sí día no… decidí apostar por el método “no-poo”. Esta palabreja proviene del inglés de “no-shampoo” y si lo abreviamos se queda en “no-poo”, aunque “poo” significa caca. Bueno, pues allí me lancé yo. Si no lo conocéis, os lo explico. Consiste en lavarse el pelo con bicarbonato y con vinagre de manzana y, posteriormente, aclararlo con agua. El olor no es el más agradable pero me enjuagaba muchísimo para que no permanecería el hedor del vinagre. Y…después de 3 semanas, ¡mi pelo parecía un estropajo! Y es entonces cuando me vino a la cabeza la famosa frase de “vale más el remedio que la enfermedad”. Y, nunca mejor dicho. A partir de ese momento, necesité mascarillas, tratamientos en la peluquería y notaba que invertía demasiado en mi pelo. Creo que lo probaba todo o casi todo lo que estaba a mi alcance. ¿Y si…? Así que decidí que mi pelo era el siguiente en pasarse a la cosmética natural y de verdad. Por eso, empecé a investigar, investigar y crear unas formulaciones a base de plantas para los champús. Tras meses de trabajo, de recolectar plantas aromáticas, después plantarlas en mi huerto… creé los champús Maminat. Unos champús que no llevaban extractos de plantas ni similares, ¡no! Están hechos con las propias hojas de las plantas y donde NO tienen cabida los sulfatos, ni las siliconas. ¿Qué es un sulfato? Un sulfato es una sustancia bastante habitual entre los champús convencionales porque, al entrar en contacto con el agua genera espuma y, además tiene la función de lavar el pelo. Por eso, os sonará la campaña de “si sale espuma es que está limpiando de verdad”. Pero… de eso nada. Utilizar sulfatos es baratísimo con lo cual el porcentaje de beneficio para una marca es mucho mayor que si se utilizan activos naturales. Por otro lado, el sulfato nos reseca el pelo ( por eso, luego necesitamos acondicionadores o mascarillas), puede provocar irritaciones, caspa, incluso, acelerar la caída del cabello. Y, para aquellos que tenéis el pelo rizado y bastante seco, los sulfatos son vuestros peores enemigos. Notaréis que, cuando usáis un champú 100% natural vuestros rizos cogen más forma. Y si no usas sulfatos, ¿siempre consigues un champú natural? No. Hay que pensar que hay que leer las etiquetas pero, como tenemos que utilizar una terminología muy complicada, a veces es complicado fiarse. Entonces, ¿ el champú estropea el pelo?, ¿mejor lavárselo poco? Pues depende del champú que compres. Yo llevo un estilo de vida en el que intento comprar de manera consciente; es decir, compro lo que necesito y utilizo todo cuando es necesario. Por tanto, me lavo el pelo cuando está sucio porque odio llevarlo graso pero esto tiene que ver también con mi punto coqueto que os confieso que tengo. Por tanto, uso mi champú de pelo graso Maminat cuando lo necesito, ni más ni menos. Eso sí, después de usarlo no necesito ni mascarillas ni acondicionadores con lo cual acabo ahorrando dinero y sé que usarlo es sano porque estoy lavando el cabello y lo hago a base de plantas. Así que, lo uso tantas veces quiero. |